Esta zona residencial ha sido invadida por los llamados ‘patios rumberos’ y los habitantes los fines de semana tienen que buscar a dónde dormir.

Una verdadera aberración, así describen varios vecinos del sector de Pescaíto la situación que existe con los llamados ‘Patio rumberos’, los cuales se han convertido en focos de contaminación auditiva y hasta inseguridad. Los moradores del emblemático barrio, aseguran que desde la pandemia están viviendo un calvario por el ruido que les impide convivir en familia y hasta ha enfermado de los nervios a varios familiares.

Los vecinos de Pescaíto aseguran que con los turbos que colocan en esa zona, su tranquilidad acabó, por lo que respaldan y piden más controles.

Ante este procedimiento, los vecinos de los locales infractores aseguraron que el decomiso de los turbos es una buena acción, pero insisten que lo mejor sería acabar con ‘el desorden’ en zonas residenciales donde muchas familias han tenido que mudarse. Algunos viven de lunes a jueves en Pescaíto, pero de viernes a domingo, rentan apartamentos en otros sectores de la ciudad.

Carmen Curvelo, residente en el sector desde hace más de 70 años, manifestó estar de acuerdo con las acciones de control y operativos de seguridad y contra el ruido que ha adelantado la Alcaldía de Santa Marta.

“Ya esto no es como antes, yo tengo 74 años y los que hoy se está viviendo es una porquería. Desde las 9:00 de la noche es una maratón de muchachos. A veces amanecen botellas regadas en los pisos, piedras hechas migas, hasta sangre, porque esto es un desorden. Es una verdadera aberración. ¡Qué cultura ni qué carajo! Esos lugares se han convertido en focos de contaminación auditiva y hasta de inseguridad”, manifestó Carmen Curvelo, una mujer de la tercera edad que no soporta un escándalo más.

La preocupación es generalizada, pero pocos son los que se atreven a denunciar porque temen que los propietarios de los patios rumberos tomen represalias en su contra. Una mujer, quien ha pedido no revelar su identidad, dijo que, aunque han querido dialogar con los picoteros no han logrado nada, explica que a ellos no les importa que las paredes de las casas cercanas tiemblen por la fuerza de los bajos.

“En mi casa ya no se puede dormir, ver televisión, ni hablar. Esto ha provocado que a la gente se le altere los nervios y se le suba la presión. Llueva, truene o relampaguee infaltablemente todos los fines de semana está el escándalo de los turbos. Me pareció acertado que se hayan llevado los equipos porque ellos perdieron el respeto por los demás. No vemos la ahora que sellen definitivamente los patios”, afirmó una ciudadana.

La comunidad pide que se siga con los controles, porque el bienestar de un negocio no puede acabar con la tranquilidad de todo un vecindario.

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