En una jornada histórica para Colombia, la ciudad de Santa Marta se convirtió este 20 de julio en el escenario central de la conmemoración del Día de la Independencia. La celebración, que coincidió con los 500 años de fundación hispánica de la ciudad más antigua del país, unió la solemnidad del tradicional desfile militar con la fuerza simbólica del arte, la cultura y la memoria ancestral.
La actividad, liderada por el Gobierno Nacional y el Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes, destacó a Santa Marta como un territorio de resistencia, diversidad y creación. Por primera vez, el desfile incorporó expresiones artísticas y culturales propias del Caribe colombiano, con la participación de agrupaciones musicales, de danza y comunidades indígenas, en un acto simbólico que honró la vida, la soberanía y la paz.

Desde la visión del presidente Gustavo Petro Urrego, el evento buscó resignificar las celebraciones patrias incluyendo las voces históricamente excluidas. “En la Colombia del cambio, el arte no es decorado: es fuerza de paz y dignidad”, señaló el mensaje institucional del Ministerio de las Culturas.
En esta edición del desfile por la vida, la ciudad fue testigo de una marcha cargada de música, tamboras, danza, cuerpos en escena y memoria viva, en un reconocimiento a la riqueza cultural de los pueblos kogui, wiwa, arhuaco, kankuamo, wayúu y otras comunidades que habitan el territorio.
El Ministerio de las Culturas destacó que esta jornada se enmarca en el Plan Nacional de Desarrollo “Colombia Potencia Mundial de la Vida”, con una apuesta clara por fortalecer los saberes culturales como herramienta para la construcción de paz, reparación simbólica y tejido comunitario.
Entre las agrupaciones destacadas se encontraron Gaiteros de Pueblo Santo, nominados al Latin Grammy, así como proyectos comunitarios como Ritmo Caribe, Danfolgar, Descendencia Folclórica y Danza y Tambora. También brillaron propuestas de raíz ancestral como Kandymaku “El Guardián”, y colectivos urbanos como Team Cartagena. El cierre estuvo a cargo de Papayebrass, una potente brass band que rindió homenaje al Carnaval de Barranquilla.

Cada agrupación aportó su fuerza creativa al relato de un país que reescribe su historia desde los territorios. Santa Marta, ciudad de mar, viento y memoria, se convirtió en un escenario de esperanza y futuro. “El arte aquí no es ornamento, es sustancia y raíz”, expresó el Ministerio.
Con más de una decena de comparsas, coreografías y muestras musicales, el desfile mostró cómo la cultura no se impone, sino que florece en cada gesto, ritmo y palabra de las comunidades. Fue también un homenaje a la resiliencia de la juventud, a los saberes tradicionales y al derecho de todas y todos a expresarse desde la diferencia.




